He elegido la serie fotográfica de Francesca Woodman porque este verano estuve investigando diferentes fotógrafas y Woodman fue mi favorita de ellas.
Verla en la exposición del CCCB me resultó muy emocionante, ya que las mujeres artistas son difíciles de conocer desde un punto de vista “básico”, acostumbradas a ver hombres blancos, cis… desde que empezamos a interesarnos por la historia del arte.
Francesca Woodman, tuvo un hándicap en su vida, que fue la presión que se ponía siempre a si misma. Nació en una familia de artistas, su padre era pintor y su madre hacía cerámica. Esto fue lo que le condicionó a ver el arte más allá de un hobbie.
Su padre le regaló su primera cámara fotográfica cuando tenía trece años y fue a un internado. A partir de entonces, no dejó de crear. Más tarde ganó una beca y después decidió ir a Nueva York para estudiar fotografía.
Su trabajo eran principalmente autorretratos en blanco y negro y de un tamaño reducido, hecho que hizo que no destacaran mucho entre el mundo del arte.
En enero del 1981, sin haber cumplido los 23 años, y tras varios problamas psicológicos, se suicidó tirándose de un edificio de Nueva York.
Me produce mucha lástima que una artista como ella, no pudiera contemplar su propio arte, mientras la mayoría de su público hace. No obstante, desde mi punto de vista, cuando las personas se van, como mínimo nos transmiten a través de fotos, recuerdos, escritos…
parte de su propia sensibilidad, así que prefiero quedarme con lo que ella me transmite y con una frase que dijo:
“Preferiría morir joven dejando varias relaciones, en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas.”
Mar Aguilar Navarro.
CAC.
2019.
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